25-09-09 -- Patrimonio de la Humanidad

El veinticinco cumple veintiséis. Y siguiendo esta lógica aplastante, a cualquiera se le ocurre adentrarse en el oficio del mítico Tiresias, pero dentro de trescientos sesenta y cinco días (que con letra parecen 365.000.000), el veinticinco cumplirá veintisiete y será tiempo de reflexión.

Día completo (veintinueve horas en mi reloj interno), con tantas horas por delante, para desayunar plato de espaguetis con nata y nueces. Toca excursión al castillo misterioso, eternos fantasmas y espectros tan sólo espantados por los inquietos e incordiantes flashes de una avalancha de foráneos. Con un poco de imaginación, hasta los leones cobran vida y sacan uñas defensivas y lenguas burlonas. Está bien la visita pero el castillo no es realmente un museo, sigue reservándose para eventos de la realeza, la nobleza, los bodorrios con enchufe y sólo esporádicamente para los turistas.


De vuelta en la residencia quedo con Renata, una flautista polaca del 12º piso. Grato momento musical improvisado y lleno de improvisaciones que cambian de mano como el testigo en una carrera de relevos en la que se hace propio lo ajeno y viceversa.

Por la tarde-noche se hace público mi aniversario (que con sólo el 10% de la aventura transcurrido preferí no difundir), aun así no es tarde para organizar un encuentro íntimo en la cocina, magdalenas de chocolate con velitas, JB con cocacola, "escatérgoris en inglés", [NOTA MENTAL: Ampliar vocabulario y conocimientos] y desenlace en la madrugada. Sale la "U": País-Uganda, Comida-Uvas no valen que son "grapes", Personaje Famoso-Uma Thurman (con Los Petersellers en el subconsciente), Marca-Uuuu, no gracias, Ciudad-Úbeda.